El nombre de la plaza más famosa de Santiago –“obradoiro” en gallego, taller en castellano- deja claro lo que en ella ocurrió durante siglos: allí se asentaban los talleres y canteros que trabajaban en las obras de la catedral. Hoy día, la plaza del Obradorio es un lugar mágico de encuentro y emociones que ningún peregrino a Compostela puede olvidar.
A lo largo de los siglos los peregrinos la fueron convirtiendo en un importante punto de llegada, pues la mayoría de ellos accedían a la catedral desde ella, atravesando así el magnífico Pórtico de la Gloria. En la presente revitalización de las peregrinaciones a Santiago, la plaza del Obradoiro se ha convertido en el punto principal de encuentro y llegada de peregrinos y cada día es fácil ver a muchos de ellos abrazarse emocionados al alcanzarla, o sentados en su hermoso pavimento contemplando la bella fachada y torres barrocas de la catedral.
La estructura de la plaza es rectangular, un gran rectángulo cuyos lados están ocupados por cuatro monumentales arquitecturas: en los laterales más amplios se alzan la Catedral de Santiago y el Pazo de Raxoi, sede actual del ayuntamiento de Santiago; mientras que en los laterales más cortos están emplazados el Hostal Real de los Reyes Católicos, antiguo hospital de peregrinos y actual parador nacional, y el Colegio de San Xerome, sede del rectorado de la Universidade de Santiago de Compostela.
La presencia de estas magníficas arquitecturas permite a quien visita la plaza obtener una visión casi completa de la historia y arte de la ciudad de Compostela, pudiendo confrontar los diversos estilos y talleres que trabajaron en la ciudad a lo largo de los siglos. Así el visitante se encuentra con el arte Románico, que se atisba tras su fachada del Obradoiro, en el magnífico Pórtico de la Gloria; el gótico en la portada esculpida del Colegio de Xan Xerome, original de un edificio anterior; el Renacimiento presente en la escalinata de la catedral, diseñada por Ginés Martínez a partir de modelos clasicistas del XVI, así como la fachada y pórtico esculpido del Hostal, obras de comienzos del XVI; el Barroco de la fachada de la catedral, diseñada por Fernando de Casas Novoa; y el Neoclasicismo presente en el magnífico palacio del ayuntamiento obra del arquitecto José Ferreiro.
A estas arquitecturas hay que sumar los pabellones con dependencias de la catedral que se alzan a ambos lados de la fachada de su iglesia: el conocido como Palacio de Gelmírez, de arquitectura de transición del románico al gótico, y parte de las dependencias del actual Museo de la Catedral.