El mercado de Santiago es el segundo lugar más frecuentado de la ciudad, justo por detrás de la catedral. Se trata de uno de los espacios más vivos de Compostela, un lugar privilegiado de encuentro entre peregrinos y visitantes y la población local que, además, ofrece al peregrino o turista la posibilidad de experimentar Galicia a través de sus sentidos.
Junto a una enorme variedad de productos frescos procedentes de la agricultura, pesca y marisqueo gallegos, el mercado ofrece además una rica variedad de productos de artesanía, así como numerosas posibilidades de restauración en los cafés, bares y restaurantes que lo rodea, siendo la propuesta estrella su oferta de un servicio de cocina para quienes deseen comprar sus productos y no dispongan de un lugar donde cocinarlos.
La arquitectura del mercado posee un doble valor artístico: el de sus propios edificios y el que le confiere el entorno en el que se levanta. El mercado ocupa su ubicación actual desde el año 1870, cuando se construyeron sus antiguas instalaciones para reunir los puestos de venta hasta entonces desperdigados por diferentes lugares de la ciudad. Al norte de sus instalaciones está flanqueado por la plaza e iglesia de San Agustín y, al sur, por la iglesia medieval de San Fiz de Solovio y la plaza de la Universidad con su monumental facultad de Geografía e Historia.
La arquitectura actual de sus pabellones de granito sustituye en gran parte a las estructuras originales del siglo XIX, que no permitían a los comerciantes resguardar sus productos y puestos de venta de la lluvia. Los pabellones actuales fueron diseñados por el arquitecto Joaquín Vaquero Palacios hacia 1937, el proyecto se concretó en 1941, año en el que se puso en marcha el mercado tal y como lo conocemos hoy día. En los últimos años sus instalaciones han sido objeto de diversas mejoras y restauraciones.