María es española, pero vive en Australia desde hace 59 años. En 2002, hizo un viaje a España para asistir a una boda familiar. Se había divorciado recientemente y, después de asistir a la boda, decidió hacer un tour por Galicia con dos parientes. No sabía nada del Camino, sólo supo de su existencia al llegar a Santiago y ver a los peregrinos en la catedral. Recuerda a algunos realizando rituales como dar cabezazos al “santo dos croques” del Pórtico de la Gloria, pensó que estaban locos.
Sin embargo, regresando de Santiago en autobús, medio adormentada, se le presentó en la cabeza una idea muy clara: haré el Camino. Y vio también una imagen, la de su único hijo -muerto años atrás- que la besaba. La idea del Camino ya no la abandonó, no volvió a relacionarlo con su hijo, ni tuvo pensamientos religiosos o místicos, pero lo cierto es que le quedó dentro la firme decisión de hacer el Camino.
Años más tarde, viajando con su actual marido por el norte de España, al ver en ciudades y pueblos del País Vasco las conchas y la señalización del Camino volvió a pensar en ello. En 2015 comenzó a planificar su primer Camino para el año siguiente. Todo el proceso de preparación lo hizo con una amiga que después, en el último momento, le dijo que no podría ir. No tuvo dudas y, con el apoyo de su marido, decidió que lo haría sola. En el otoño de 2016 finalmente comenzó su primer Camino en Roncesvalles.
Nada más pisar el Camino en Roncesvalles, María supo que su amiga le había hecho un favor al no hacer el Camino con ella. Comprendió que quería hacerlo sola.
Ese primer Camino fue duro físicamente, sobre todo a causa de las ampollas, tan complicadas que tuvo que ir al hospital en Burgos para tratarlas. Por esa razón tuvo que saltarse dos etapas utilizando medios de transporte, y ahora, en su segundo Camino, ha ido a recorrer esas dos etapas a solas, continuando después con un grupo de australianos desde Ponferrada.
María tiene claro que no va a sufrir al Camino. Cree que si existe un Dios nos ha puesto en la tierra para hacer lo mejor posible con nuestras vidas y no para sufrir. Para ella, que ahora tiene 70 años, hacer el Camino con mochila y durmiendo en albergues no es una opción, su esfuerzo ya es caminar, y cree que tras toda una vida trabajando se puede permitir pagar hoteles y disponer de una habitación y ducha propias. Por eso no entiende el purismo de algunos que creen que sólo hay un modo de hacer el Camino, ella cree que cada uno puede elegir su forma de hacerlo.
Le gustó y le gusta ir sola, poder caminar sola cuando quiere. En su primer Camino ese tiempo sola en la naturaleza fue lo que más le impactó. Descubrir y percibir la belleza de la naturaleza que la rodeaba tuvo un impacto muy fuerte en ella, se dio cuenta que damos por descontada la naturaleza y su belleza, pero la experiencia de caminar en medio de la naturaleza la hizo mucho más sensible a su belleza, la vivió con una intensidad antes desconocida.
Su experiencia más intensa del Camino la define como: observar lo que te rodea, poder observar con atención, sin distracción. Por eso aprecia la soledad en el Camino. Ella vive siempre rodeada de gente y en el Camino le gusta la soledad, el silencio, la paz. No necesita ni le gusta el ruido, se cansó del ruido en sus negocios antes de jubilarse, hace ahora apenas ocho meses.
María y su actual marido tienen que hacer frente a una situación familiar complicada, a una situación que les causa mucho estrés, por eso hace unos meses mientras miraba fotos de su anterior Camino su marido la animó a volver. Y aquí está, su segundo Camino en parte sola y, desde Ponferrada, con un grupo.
Después de esta segunda experiencia puede decir que para ella el Camino no ha supuesto una revelación o un despertar religioso, sino una experiencia personal que para ella está especialmente ligada a la soledad y la contemplación de la naturaleza; pero también a un modo diferente de conocer lugares, comer bien y caminar al aire libre sin preocupaciones. No obstante, la naturaleza sigue siendo lo primero. Si en su primer Camino fueron los colores del otoño los que la enamoraron, de esta ocasión recuerda sobre todo los campos de amapolas de Castilla.
Cree que volverá al Camino, tal vez a otras rutas, con amigos y su marido; le gustaría caminar con su marido con un coche de apoyo, así podrían pararse donde quieran y caminar cuando quieran.