Este ha sido mi primer Camino. Conocía el Camino desde 1998, cuando supe de su existencia en la catedral de Reims (Champagna), donde vi una escultura de bronce en el suelo con una concha, pregunté a su madre qué era y ella me explicó que era una indicación para los peregrinos que caminaban a Santiago. Al regresar a Australia tras esas vacaciones en Francia, comencé a prestar atención a las noticias sobre el Camino que con frecuencia aparecían en la prensa…
En los años que siguieron apenas tenía tiempo para viajar, pero hace algunos años cambié de vida: me fui a vivir al campo y creé un bed & breakfast. En esta nueva vida me encontré con el Camino, fue una noche en mi bed & breakfast, mientras bebía un vino tranquilamente y vi la película The Way. Era 2016 y entonces recordé aquel encuentro con el Camino en Francia. A partir de ese momento empecé a leer libros sobre el tema y a tomarme en serio la posibilidad de hacerlo, finalmente, el pasado agosto decidí que lo haría.
Decidí que quería ir a pequeños hoteles, compartir habitación es posible pero no con mucha gente, podrían roncar… Y así encontré una compañía en Australia que organiza viajes que te permiten compartir alojamiento con un grupo pequeño, 16 personas, personas que además, a lo largo del día, están dispuestas a estar solas y caminar de forma independiente.
Además quería caminar desde Saint-Jean-Pie-de-Port, por eso me preparé durante un año, perdí peso, caminé mucho… y quizás por eso en mi grupo yo era la única que seguía perdiendo peso en el Camino. El resultado fue que no tuve problemas ni dolor, algún pequeño problema en los dedos del pie pero todo bien. También caminé con poco peso, con zapatillas de hiking, no con botas. En total fueron 38 días caminando, incluyendo cuatro días de descanso, lo que supuso caminar entre 22 y 30 kilómetros al día.
Quería hacerlo porque soy curiosa, además soy católica y me interesaba también ese aspecto del Camino. A lo largo del Camino me encontré con que me importaba menos sellar mi credencial que ir a la iglesia y rezar, algo en mí me llamaba a eso y encontré una gran paz. Creo que mi Camino ha sido en cierto modo una peregrinación espiritual, me he encontrado con un proceso espiritual, aunque cuando decidí hacerlo no sabía bien el porqué, sólo sabía que tenía que hacerlo.
El grupo era muy activo, desde las tres de la tarde visitábamos muchas cosas y también podía leer y prepararme para lo que seguiría… Creo que los australianos tenemos una gran curiosidad, queríamos visitar todo… y por suerte gracias a la organización podíamos hacerlo porque teníamos la cama garantizada.
Algo que me impresionó es que en el Camino puedes fiarte de la gente, tener confianza en los desconocidos. Nunca me sentía mal por caminar con desconocidos cerca, aunque descubrí también que me gustaba caminar sola. También aprendí cosas sobre mi trabajo, creo que voy a cambiar en mi negocio, a tener un trato diferente, quiero introducir cambios en la dirección de la simplicidad (en la comida, el vino, qué copa utilizar…) para poder vivir y estar más relajada. También quiero seguir la formación como “hospitalera” que se imparte en Australia y me gustaría venir a la Oficina del Peregrino como voluntaria.
Desde luego pienso en volver al Camino, querría hacer el Camino Portugués en 2020 y tal vez trabajar un poco como voluntaria en Porto o Lisboa o al terminar en Santiago. La verdad es que, poco a poco, me gustaría recorrer todas las rutas. El Camino Portugués desde luego lo haré, quizás con una amiga.
Mi Camino ha sido muy pensado, muy preparado, pero valió la pena, ahora es parte de mi vida, en realidad el Camino es la vida, el Camino es la vida porque lo que importa es el Camino, el viaje, no el destino, y esto es lo importante. Quiero seguir aprendiendo, haciendo caminos… por eso pienso que se ha convertido en parte de mi vida y por eso también quiero que mi trabajo cambie y se vuelva más simple, más divertido y transitable… quiero que mi vida se acerque a lo que ha sido mi experiencia del Camino.
Podría resumir mi experiencia diciendo que ha sido importante sentir confianza hacia los otros, hacia los demás, haber caminado mucho y con gente tan diferente, haber tenido tiempo para la reflexión y la soledad y, sobre todo, sentir cómo todo cambia mucho e incluso las distancias dejan de ser importantes cuando lo que importa es el viaje y no el destino.