Creo que el Camino te llama, si tienes que hacerlo, seguro que vas a acabar haciéndolo. Sentí que me llamaba por varias señales de diferentes hechos: el primero fue que leí que alguien de Rumanía hizo el Camino, después descubrí los libros de Paolo Coelho, que me dio una amiga de Hungría, recién llegada del Camino, quien me contó entusiasmada la experiencia que había vivió allí. Así empecé a soñar cada vez con más fuerza, hasta que se hizo realidad la mejor aventura de mi vida. Quería realizar algo especial, buscando nuevas experiencias en mi vida. Y me acuerdo que el primer día de Camino me sentía rara con la mochila a cuestas y no entendía por qué tenía que atravesar aquellos montes lloviendo y con niebla. Los pies empezaron a dolerme y aunque no llevaba zapatos de tacón como en el cuento del Mago de Oz, me sentía como Dorothy que partió en busca de la Ciudad Esmeralda, ciudad que en mi caso era Santiago de Compostela.
Para mí todo fue un gran desafío pues, aunque llevaba una vida bastante cómoda, no hacía senderismo y me movía siempre en coche, cuando empecé el Camino no paré hasta el final. No fue fácil, me pesaban mucho las piernas y la mochila era un lastre, además me daba miedo caminar sola por los bosques y el monte. En los momentos difíciles sentí la protección divina, siempre encontraba lo que necesitaba: una crema, un calmante, agua, un consejo de algún peregrino… o simplemente eran momentos en los que me parecía que alguien me sostenía la mochila y algo me empujaba a ir adelante sin ceder al cansancio físico.
Superé las limitaciones y el miedo, escapé de la zona de confort y me di cuenta de que el Camino lo recorro con la cabeza. El Camino es una experiencia personal, el camino del reencuentro con uno mismo, aunque lo haces sola, no te sientes nunca sola. Vives en contacto con la naturaleza, descubres de nuevo el amanecer, gozas del canto de los pájaros y del sonido del agua, puedes pensar tranquilamente y te da tiempo a poner en orden las ideas, al mismo tiempo que hablas con los lugareños que son muy amables y hospitalarios. Una vez que te atrapa el espíritu del Camino y experimentas la solidaridad de la gente de todo el mundo que va contigo hacia el mismo sitio, nada te para y no quieres que se termine esta peregrinación. Conoces un mundo muy distinto del que vivimos en la sociedad moderna de consumo, en el Camino no cuenta tanto quién eres, de dónde vienes, cuál es tu nivel social o cuánto dinero llevas, aquí encuentras amigos a cada paso, gente de todo el mundo, cada uno con su vida, su experiencia y los motivos que le han llevado a hacer este camino, pero todos coincidimos en la necesidad de llegar hasta el final y acabar lo que hemos empezado.
En este viaje aprendes a vivir el presente, no tienes prisa, te conformas con lo que te ofrece cada día y esperas con impaciencia el día siguiente que no se parece a ningún otro día, no sabes cuántos Km caminarás, con quien te vas a encontrar, donde vas a dormir. El relieve cambia mucho, del monte a las colinas, la meseta, los bosques, pueblos pintorescos, el clima cambia también bastante: ha llovido, ha hecho viento, he pasado un calor insoportable, he tenido frío o ha hecho niebla. Todo se vive al máximo, todo está vivo, sientes que vives de verdad, en los casi 40 días he experimentado 40 años.
Y el momento de la llegada a la Catedral de Santiago es algo inefable, muy emocionante. La Misa del peregrino de la Catedral me impresionó mucho, y el abrazo al Apóstol Santiago – como un símbolo del final del Camino – fue de hecho un nuevo comienzo para mí, el inicio de una nueva vida en la que el Camino ocuparía un lugar especial.
Al final quedas enamorado de esta peregrinación, el Camino se convierte en tu mejor amigo, el amigo que te ha recibido con los brazos abiertos, te ha guiado y te ha curado, te ha abierto el alma capa a capa, la ha limpiado, la ha cuidado, la ha acariciado y la ha envuelto allí mismo con amor, perdón, aceptación, comprensión, sabiduría, empatía.
La vuelta a la rutina diaria fue bastante difícil y añoré mucho el Camino. Recordando las vivencias y los sentimientos despertados por el espíritu del Camino he publicado un libro sobre mi experiencia en este camino mágico, cuyo título es “Camino de Santiago, un sueño hecho realidad”, y junto con otros peregrinos enamorados de esta peregrinación, hemos fundado la primera Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Rumanía, y así consigo estar conectada al Camino que me cambió la vida para bien y me enseñó que no existe nada imposible.