Su primer Camino fue el Francés, caminó desde Saint-Jean-Pie-de-Port en 2013. Acababa de dejar un trabajo, un trabajo estable y seguro pero que le hacía infeliz y amenazaba su salud, dejó el trabajo a finales de marzo y en mayo ya estaba en el Camino. Fue un Camino difícil porque estaba dejando algo atrás, necesitó 50 días para recorrerlo. Pero fue increíble.
Cuando terminó y volvió a casa comenzó un nuevo trabajo, puso en marcha un proyecto propio vinculado al turismo, trabajó como guía independiente en Cape Town. Fue algo realmente nuevo, un verdadero cambio que necesitaba: no más vida y horario de oficina, encerrarse en una oficina, ahora viajaba, salía y llevaba gente fuera. Fue un gran cambio en su vida, pero se trataba de un trabajo que veía como temporal porque, aunque le gustaba, lo que buscaba era también una vida más tranquila, de modo que un poco después comenzó con una compañía de media, no es tampoco su sueño pero trabajar en Internet le permite mucha libertad.
A lo largo de estos cambios el Camino ha seguido ocupando un lugar central en su vida. Después del Camino Francés recorrió el Camino Portugués y el Camino Inglés. El año pasado recorrió el Camino del Salvador y el Camino Primitivo, son dos caminos duros pero los hizo y después se quedó todavía trabajando dos semanas en Santiago como voluntario, formó parte de un programa de la Oficina del Peregrino, una experiencia muy positiva.
Después de sus últimas experiencias en el Camino -la de sentirse fuerte y capaz de un logro difícil y la de realizar un trabajo por los demás como voluntario-, decidió que quería seguir trabajando por alguna causa, implicarse en serio con una causa. Entre todas eligió una muy concreta: ayudar a niños enfermos, niños con leucemia que con frecuencia mueren en Sudáfrica por no poder costear su tratamiento. Se trata de niños que tienen Seguridad Social pero que deben costear una parte importante de su tratamiento al salir del hospital, pues dada la diversidad genética que existe en Sudáfrica (mezcla de europeos, asiáticos y africanos), con frecuencia necesitan recurrir a países europeos para obtener donaciones de plasma compatibles con las que continuar su tratamiento, donaciones que hay que transportar de un modo muy costoso hasta Sudáfrica. Descubrió pues que hay un vacío en ese proceso, un espacio o un gasto sin cubrir por ninguna administración que para muchos niños sin grandes recursos suponía la muerte. Se convirtió en su causa y quiso ligarla al Camino, decidió que su próxima peregrinación la haría por esa causa.
Darren hizo un acuerdo con la Confraternity of St James South Africa, le dieron su apoyo para su proyecto ayudándole en las redes sociales, en las que explicaron a la gente su proyecto. Así nació un nuevo proyecto e inició su Camino de 2018, el Camino Norte desde Irún, 36 días caminando por una causa: “Walking for life”.
Darren es muy activo en la red, tiene un blog sobre sus caminos y cuando está caminando cada día escribe un post en él.
A todos sus proyectos quiere sumar el de hacer de guía en el Camino, pero un guía muy particular. Le gustaría llevar al Camino y acompañar a gente con problemas o con miedo, a personas que se sienten inseguras o tienen miedo a enfrentarse a un reto como el del Camino. Quiere organizar algo fácil, con tramos no muy difíciles, quiere ayudarles a comenzar a caminar, acercarlos a una experiencia que les permita perder su miedo.
Espera que su vida siga ligada al Camino, incluso podría acabar viviendo en España, tal vez en Santiago. Se siente muy feliz en el Camino, en los albergues, ayudando a peregrinos. En cada Camino ha vivido experiencias increíbles y en cada Camino sus experiencias positivas han superado mucho a las negativas. Cada Camino le ha dado algo especial. Además ha encontrado amigos en el Camino que ahora forman parte de su vida, personas que están alrededor del mundo, hay una solidaridad extraordinaria entre los peregrinos, por ejemplo: la mayoría de las donaciones para su proyecto “Walking for life” fueron de ex-peregrinos.