A través de los peregrinos de otros siglos podemos reconstruir la villa de Sarria tal y como fue a lo largo de su historia. Gracias a sus relatos sabemos la importancia central de su fortaleza, su convento y el puente que permitía el paso a los peregrinos para continuar su Camino.
Las primeras descripciones de peregrinos que conocemos son de finales del siglo XV y comienzos del XVI. Se trata de referencias a una pequeña aldea fortificada, fortaleza que por entonces debía mostrarse en todo su esplendor, pues no fue hasta el siglo XIX que perdió la mayor parte de sus edificaciones, restando hoy tan sólo una de sus torres. El hecho de que los peregrinos aludan siempre a esa fortaleza o castillo nos permite imaginar lo impresionante que debía ser, así Arnold von Harff, peregrino en 1496-1498, refirió “… Zarea (Sarria), una exención con una fortaleza de montaña” y Claude de Bronseval, peregrino en 1532-1533, escribió: “… por un camino agradable pero de larga pendiente bajamos a un fertilísimo valle, en uno de cuyos márgenes, al otro lado de un puente y un río llamado Sarria, está situada una pequeña villa fortificada de nombre Sarria, donde nuestros caballos fueron bien tratados; nosotros, por nuestra parte, bastante bien, pero dormimos mal. Está situada esta villa fortificada en la falda de un monte y bajo su cima hay un castillo”.
En el siglo XVI estaba en plena efervescencia constructiva el monasterio de la Magdalena. Había nacido más de cien años antes bajo la tutela de algunos frailes italianos que se dedicaban a reparar puentes, sin duda parte de una orden similar a la del Tau, tan ligados a la peregrinación. En el siglo XVI el viejo convento se transformó en un importante monasterio agustino, con diversas edificaciones, hospital y de peregrinos y, todavía, encargado de velar por el buen estado del cercano puente que permitía el paso a los peregrinos: la Ponte Áspera, todavía hoy en pie.
Gran parte de las noticias que tenemos de ese monasterio se deben a los relatos de peregrinos, peregrinos como Domenico Laffi, italiano que escribió una larga relación de sus peregrinaciones de 1663, 1670 y 1673. Laffi nos ha legado una larga descripción de la Sarria que atravesaban los peregrinos de entonces: “Esta es una tierra muy hermosa y rica, con hermosas construcciones y hay un convento de frailes vestidos de blanco, que dan paso a los peregrinos. Sobre él hay un hermoso y fuerte castillo, con altísimos muros alrededor del cual está el Señor de dicha tierra quien también da la transferencia de dinero a los peregrinos que vienen a San Giacomo di Galitia y aquí se hace justicia, siendo este absoluto patrón».
Pocas décadas más tarde, el también italiano Giacomo Antonio Naia, peregrino a Santiago en 1717-1718, se refiere nuevamente a la fortaleza y el monasterio. En su relato, Naia concreta además la disposición del monasterio agustino fuera de las murallas de la fortaleza, lo que nos permite conocer un poco más la importancia de las construcciones que rodeaban al castillo: “Así que por la noche me alojé con Padres de S. Agustín número 12, extramuros, cerca de la hermosa Fortaleza, y me recibieron con gran caridad, y estuve muy feliz de comer y beber en el Refectorio, y después de una buena cama, y un gran fuego para secarme. Por la mañana cumplí mis obligaciones, luego en el Refectorio tomé un generoso desayuno contundente y un gran jarro de buen vino tinto, que bastó de sobra. Luego de algunos de aquellos Religiosos recibí tabaco fino y papel fino para escribir, y estas cosas semejantes y otras me han sucedido en casi todos los Conventos. El Señor Cura de esta Tierra me dio un Medio Real aquí luego allí está la acogida de los Peregrinos (…) luego agradecí a ese Padre Prior, y a todos los demás Padres, y yo seguí el camino”.
El relato de Naia contiene además una referencia importante sobre la ayuda que los peregrinos recibían en la villa: “El Señor de esta Tierra me dio los Medios Reales. He aquí, pues, la hueste de los Peregrinos. Todavía está el Señor Gobernador de esta fortaleza que da el paso de ciertos dinares a los Peregrinos que regresan de S. Giacomo di Gallizia, y no a los que van…». Estas referencias de Naia nos hacen ver muchas cosas, por un lado que no sólo el monasterio y los hospitales ayudaban a los peregrinos, también las autoridades civiles, entre las que se repartían la ayuda a los peregrinos que iban de ida o que regresaban de Santiago. Concretamente, en tiempo de Naia, parece que la iglesia se encargaba de la acogida y ayuda a quienes caminaban a Santiago -el convento y el cura párroco- mientras que el representante del señor de la villa y su fortaleza – el Conde de Lemos -, responsable del hospital de San Antonio, dependiente de la autoridad civil de la villa y situado muy cerca de la fortaleza, se encargaría de los peregrinos que regresaban tras su peregrinación camino de su casa. Lo que Naia nos cuenta, nos recuerda que la red de hospitalidad y ayuda del Camino estaba destinada a peregrinos que recorrían los caminos en las dos direcciones: camino a Santiago y de retorno a sus casas.
Toda esta actividad asistencial permite presuponer otra paralela en torno a la hostelería, al igual que en Triacastela y Portomarín, sobre la que no existen, sin embargo, tan claras referencias. Sin embargo, sí tenemos una célebre referencia a la actividad económica en Sarria, a la importancia que tenía el ganado, en concreto la cría porcina. Se trata de una referencia muy antigua, de Jerónimo Münzer, peregrino a Santiago en 1494-1495, cuya condición polémica es fácil de comprender, escribió: “… llegamos al pequeño lugar de Sarrià. Todo este recorrido tiene una tierra fértil y montuosa, pero escasamente habitada. Esta gente se alimenta principalmente de carne de puerco, y en todos sus actos es verdaderamente puerca”.
Lo cierto es que las referencias posteriores que hemos comentado suelen dar una visión muy positiva de la villa, volcada, como hoy, en la acogida al peregrino, con su fortaleza y su monasterio, sus hospitales de peregrinos y casas blasonadas.