La leyenda y tradiciones creadas en torno a Santiago constituyen una de las más ricas de la historia de la Cristiandad, pero si dejamos de lado esas historias tejidas siglos después de su muerte, los datos que conocemos sobre su vida son muy escasos. El hecho más documentados por las fuentes de la época fue su martirio en el año 44, por otro lado según los evangelios fue uno de los apóstoles preferidos de Cristo, junto a su propio hermano san Juan Evangelista y a San Pedro. Su proximidad a Cristo fue tal que participó en algunos de los episodios más importantes de su vida, como la resurrección de la hija de Jairo, la Transfiguración en el Monte Tabor y el Getsemaní u Oración en el Huerto.
Santiago era hijo del conocido como Zedebeo y María Salomé, quien según textos apócrifos era hermana de la Virgen. Según los evangelios siguió los deseos de su madre, ferviente seguidora de Cristo, a quien pidió que sus hijos, Santiago y Juan, el futuro Evangelista, se sentasen con él en su Reino.
Siendo muy jóvenes los dos hermanos fueron pescadores, hasta que un día el propio Jesús les llamó mientras estaban pescando. Santiago se convirtió así en un pescador de hombres y “siervo de Dios”, fórmula reproducida en la filactelia de muchas de sus esculturas medievales siguiendo la epístola a él atribuida.
Respecto a su carácter, sólo conocemos un dato que nos permita imaginar alguno de sus rasgos, el apelativo con que aparece nombrado en los evangelios: “hijo del trueno”. A partir de ese nombre muchos autores han deducido que se trataba de un hombre colérico o, al menos, impetuoso, como demuestra su petición a Cristo de castigar con el fuego a los samaritanos hostiles.
El culto se inicia con su martirio recogido por vez primera en los hechos de las Actas de los Apóstoles, siendo sus principales difusores hasta el siglo IX los textos de la Passio Modica y la más rica leyenda de la Passio Magna, ambas reproducidas en el Codex Callixtinus. Pero esa ya es otra historia…