La historia de Samos es la de su monasterio, de cuya presencia nació la villa actual. La abadía de Samos se encuentra junto al río Ouribio, cuyo curso transita junto a sus muros, siendo los dos, el río y la magnífica arquitectura, las señas de identidad no sólo de la villa sino también del municipio y el arciprestazgo.
Durante siglos, el monasterio de Samos fue el protagonista del tramo del Camino de Santiago que discurre entre Triacastela y Sarria, siguiendo la fértil vega que avanza en paralelo a la ruta que transcurre a través de Zoo, Montán y Calvor, citada por el Códice Calixtino.
Nos interesa especialmente recordar la relación de Samos con la peregrinación a Santiago de Compostela, pero no podemos dejar de subrayar algunos otros hechos y peripecias de su riquísima historia, no olvidemos que se trata de una de las fundaciones monásticas más grandes y antiguas de Galicia, cuyo origen se remonta al siglo VI.
Desde que en el siglo IX fueron descubiertos los restos del Apóstol, los peregrinos que acudían a visitar la tumba de Santiago encontraron siempre acogida en el monasterio, donde sus monjes les ofrecían la proverbial hospitalidad benedictina. Lo sabemos a través de documentos, como las donaciones realizadas durante la Edad Media por numerosos reyes y miembros de la hidalguía local con el fin de apoyar la labor asistencial del monasterio.
El historiador y monje benedictino Arias Cuenllas, publicó en su día algunos documentos que se refieren a la labor hospitalaria del monasterio, como la escritura fechada en 1064 en la que recoge la donación de un caballero: “Con el fin de que le sirva de alivio y remedio espiritual, al par que de ayuda temporal a los propios monjes, a los pobres, a los peregrinos, a los extranjeros y a los huéspedes que acudieran al cenobio”.
El monasterio no sólo ofrecía la acogida o reparo de su hospedería al peregrino, también contaba con un botiquín o servicio de enfermería en el que atesoraba los fármacos o remedios naturales entonces conocidos y dispensados para el servicio de los monjes y de los peregrinos que acudían en demanda de auxilio. Monjes y célebres autores ligados al monasterio como el padre Feijoo, nos hablan de ungüentos, emplastos y medicinas realizadas a partir de las plantas de su huerto y jardín medicinal, que en el siglo XVII ya sería nombrada como botica o primitiva farmacia abierta también a los habitantes de la zona.
Conocemos la riqueza del monasterio a través de los registros de sus propiedades y rentas. Las rentas principales provenían de la verdadera joya del monasterio y principal fuente de ingresos: la venta del hierro de sus herrerías. Desde mediados del siglo XV, los monjes, sabedores de la abundancia de mineral de hierro en sus territorios de la provincia de Lugo, se preocuparon por montar estas pequeñas industrias, seis en total en las tierras de Guntín, valle de Louzara, Quiroga y Valdeorras.
Entre sus propiedades, desde tiempos medievales, el monasterio de Samos contó con un amplio coto redondo o territorio circundante que incluía a 33 parroquias de su entorno, área en la que también contaba con un derecho de jurisdicción que se extendía a otras parroquias de áreas lejanas como el Salnés, Ourense, Astorga u otras zonas de Lugo. Por otro lado, más allá de su propio coto, la abadía poseía ocho prioratos: Loúzara, O Mao, Vilela, El Bierzo, Mourulle, Moreda y Barbadelo, cuya iglesia prioral se alza sobre el Camino de Santiago.