En 2002 oí hablar del Camino por primera vez. Luego quise hacerlo, pero quise esperar por un momento adecuado, un momento de cierre de ciclo, en el que pude ir al Camino sin nada esperándome, sin planes o fecha de regreso.
¡Me llevó años encontrar el momento! En realidad creo que uno puede prepararse y creer que decide cuándo hacer las cosas, pero lo cierto es que algunas cosas importantes ocurren cuando tienen que ocurrir. Y así, una vez decidida mi fecha de partida, me torcí un tobillo y tuve que posponerlo, ¡pasé un tiempo con muletas! Decidí entonces una nueva fecha, pero… ¡perdí el vuelo! Fue el único vuelo que he perdido en mi vida hasta hoy. Y al final las cosas ocurrieron como tenían que ocurrir y acabé saliendo desde Roncesvalles, en el mayo de 2006.
Mi primer Camino de algún modo sólo termina este año, lo digo porque en aquel momento recorrí el Camino Francés sólo hasta Ponferrada, desde allí me resultó demasiado lleno de gente y preferí continuar dando un rodeo. Había conocido a un chico francés con el que me llevaba muy bien y los dos decidimos subir desde Ponferrada hasta Avilés y terminar nuestro Camino a través del Camino Norte, llevando una tienda de campaña para acampar en un recorrido donde en aquel entonces aún no había muchos albergues.
Más tarde regresé al Camino, hice dos veces el Camino Portugués y también la Vía de la Plata. Sólo este año, con menos gente a causa del Coronavirus, decidí regresar al Francés y recorrer también el tramo desde Ponferrada. Lo hice además con mis padres. Acababa de hacer un retiro de diez días de meditación. Meditando recuerdas imágenes de cosas olvidadas y entre ellas aparecieron muchas imágenes de mis caminos, así que al regreso de ese retiro les propuse a mis padres venir al Camino y hacerlo juntos. Comenzamos durmiendo en Ponferrada en el albergue en el que había dormido mi última noche en el Camino Francés hace tantos años.
El Camino que he encontrado este año no estaba vacío, estaba bien para personas que, como mis padres, pueden necesitar albergues tras recorrer tramos no muy largos. Incluso este año había servicio de trasporte de mochila, un servicio muy útil en algunas circunstancias, que al mismo tiempo reduce tu libertad, porque tienes que decidir el día anterior donde vas a parar.
¿Qué me ha dado el Camino? En el Camino he encontrado mucha magia, la sensación de que a cada paso pasa algo mágico. Es algo que también pasa en la vida real, pero en general no llegas a estar tan conectado como para dejar que esa magia ocurra o como para percibirla. Me ocurre también con la meditación, creo que es otra vía a través de la que alcanzo lo mismo.
Cuando llegamos a Santiago mis padres regresaron a Italia y yo continué hasta Finisterre. Fue muy bien, para mí andar sola e ir a mi ritmo facilita la magia y que te pasen muchas más cosas. Estuvo bien caminar con mis padres, pero creo que lo mejor es siempre empezar el Camino solo, abierto al encuentro con gente que tenga el mismo modo de caminar y de ver las cosas.
En el Camino me siento muy muy protegida, eso es algo que cuando sales del Camino se rompe. Se podría decir que en el Camino recuperas algo de libertad y de humanidad. Sientes que todo va bien, ocurra lo que ocurra, quizás prefieres el sol a la lluvia, pero si llueve sabes que está bien así, y tal vez lo recordarás mejor… Encuentras un modo de aceptar todo, como en la meditación. Además, en el Camino no juzgas, encuentras a las personas como son, más allá de cómo van vestidas, ¡todos somos muy humanos! Por otro lado, creo que en el Camino se observa cada cosa con atención, con frecuencia se siente estupor.