Endika Armengol es un peregrino con más de 70 caminos de largo recorrido a sus espaldas, varios libros de anécdotas e historias del Camino y un rasgo particular que todos conocen: camina siempre con sandalias. Habituado a recorrer entre 4 y 6 caminos a lo largo del año, pese a ser considerado grupo de riesgo a causa de su edad, fue uno de los primeros peregrinos en regresar al Camino: primero en julio al Francés, luego en octubre al Portugués. Hemos hablado con él para saber cómo está el Camino.
-¿Cómo ha sido tu año 2020 en relación al Camino?
Tenía que haber caminado en marzo y en abril acompañando a pequeños grupos y tuvimos que suspender. En cuanto fue posible regresé al Camino, fue en julio, me uní al proyecto de “La luz del Camino” desde Ponferrada, no pude hacerlo antes. Se trataba de un proyecto en el que varios voluntarios portaban una mochila de luz en honor a las víctimas del Covid-19 y no era posible hacerlo a lo largo de todo el recorrido, fue muy extraño, después de tantos caminos ¡fue la primera vez que no empecé el Camino francés en los Pirineos! Porque yo siempre empiezo en Roncesvalles o, sobre todo, en Saint-Jean-Pied-de-Port.
-Pero después has regresado…
Sí, después he regresado al Camino Portugués, lo he recorrido desde Porto entre finales de septiembre y comienzos de octubre, un camino en solitario.
-¿Y cómo está el Camino en estos tiempos Endika?
La experiencia de julio fue particular… Cuando empezamos acababan de abrir los primeros albergues, el Camino podríamos decir, eran los días en los que empezaban a salir los primeros peregrinos, se entregaban 50 o 60 Compostelas al día. Después fueron creciendo, lo veíamos a medida que avanzábamos en nuestro Camino y, cuando finalmente llegamos a Santiago, ya se estaban entregando entre 200 y 300 Compostelas cada día.
En ese Camino éramos un pequeño grupo, pero la mayoría eran voluntarios de la zona que venían a caminar un tramo y después regresaban a sus casas, yo continuaba, a veces solo, de hecho, recuerdo haber dormido muchas noches en albergues prácticamente solo. El día que más gente encontré en los albergues éramos 4 o 5 personas.
Ahora, en el Camino Portugués, las cosas fueron diferentes. Por un lado, había una cierta normalidad, albergues abiertos… Pero revivir la experiencia del encuentro con la gente no era fácil, había poca gente, lo máximo que encontré en un albergue fueron 10 o 12 peregrinos. Otra diferencia respecto a julio fueron los extranjeros, la mayoría de los peregrinos que he encontrado ahora eran extranjeros. Ese sí fue un cambio respecto a julio, muy importante, parecían más que los españoles: polacos, portugueses, franceses y de varios países de lengua inglesa.
-Respecto a las medidas por el Covid-19 u otros aspectos, ¿has percibido diferencias entre Portugal y España?
Se aplican medidas en los dos territorios, lo que me resultó a veces incómodo fue que esas medidas eran exageradas. No dependía del territorio o el país, simplemente en algunos casos los propietarios de un albergue o un hostal iban hacia un extremo u otro. Lo que sí puedo señalar como una diferencia entre los dos países es la mayor presencia de peregrinos en España, en Portugal las cosas estaban más tristes… En general lo que más he echado de menos han sido las cenas y conversaciones en comunidad, aunque en julio, en el Francés, pese a que el Camino acababa de volver a abrirse, el ambiente era más vivo.
-¿Se sentía miedo entre los peregrinos?, ¿hay miedo en la comunidad de los peregrinos?
Hay mucho miedo en la sociedad y también en el mundo del Camino. Mi percepción es que los nacionales tienen más miedo, lo ves en los foros, los españoles preguntan sin cesar sobre todas las cosas: quiero ir a tal Camino, en tal fecha, ¿qué pensáis? Y mucha gente empieza a opinar y con frecuencia dicen que es mejor no ir, que es un riesgo… A mi modo de ver es ridículo, yo no me he sentido en riesgo en el Camino. ¡Hay más riesgo en el café de la esquina que en el Camino! Lo digo porque con los amigos en un café te relajas, pero en el Camino todos tratamos de colaborar y cumplir las normas; también las distancias se mantienen porque, a pesar de que las conversaciones pueden ser muy íntimas, somos personas desconocidas…
Ciertamente siempre hay excepciones, gente que se salta las normas, recuerdo a una hospitalera que me habló de su preocupación ante algunos peregrinos que se negaban a seguir las normas, peregrinos españoles que exigían que las cosas fuesen como siempre. Pero por suerte son sólo casos excepcionales.
Eso sí, entre los extranjeros no percibo tanto miedo como entre los españoles, tampoco tantos comentarios sobre si deben ir o no en los foros: si pueden vienen y ya está.
Respecto a la mascarilla, en muchos casos los peregrinos apelan al sentido común, quiero decir que si caminas solo o con las personas que forman parte de tu pequeño grupo, tu familia del Camino -porque con el Covid eso no ha cambiado, la familia del Camino se sigue formando como siempre- al aire libre, con toda la distancia que quieres… ¡Alguna gente claro que se relaja! Pero yo he caminado siempre con mascarilla, he querido habituarme para no tener luego problemas por ese tema. No quiero limitarme, si hay que caminar con mascarilla lo hago porque yo quiero seguir caminando.
-Cuéntame un poco más sobre los albergues…
En Portugal estaban cerrados algunos albergues públicos, también alguno en Galicia en el Camino Portugués. En general encontré albergues privados, también hostels, hostales… Los peregrinos son menos y se dispersan más, por un lado no está siempre la referencia del albergue público y, por otro, quienes caminan en pareja o dos o tres amigos, muchas veces van directamente a buscar hostales u hoteles. Esa dispersión hace más difícil que coincidas con muchos peregrinos en un albergue, facilita las normas sanitarias, pero a la vez reduce el ambiente de peregrinación.
En julio en el Camino Francés ocurría algo parecido: muchos albergues púbicos todavía estaban cerrados y eso dificultaba que encontrásemos el mismo ambiente de peregrinación que otros años. Entiendo que los albergues públicos no abrirán para tratar de ayudar a la iniciativa privada, para no dañar a los privados, pero su cierre puede dejar fuera a mucha gente, sobre todo a gente joven sin muchos medios, estudiantes… Hay un gran interés por el Camino entre gente joven en este momento, también extranjeros, y la apertura de los albergues públicos les facilitaría las cosas y, además, contribuiría a que ese ambiente de peregrinación que he echado de menos volviese a sentirse. Tal vez deberían permanecer abiertos con menos plazas, pero abrir, dar esa opción.
-Háblanos un poco más sobre el miedo, ¿cómo afecta el miedo que hay en la sociedad al Camino?, ¿te sentías seguro en los lugares donde dormías o comías?
Sí, yo me sentía seguro. De hecho creo que en algunos sitios se pasaban de rigurosidad, recuerdo una vez que sentí que tenía que trabajar sin cesar para hacer lo que me pedían: meter cada cosa en una bolsita y aislar botas, mochila, riñonera… ¡exagerado! En otro albergue me rociaron todo, cuerpo, pertenencias… Y alguna vez non miraban nada, aunque son excepciones, en realidad creo que los mínimos los cumplen todos, pero algunos se pasan.
En mi opinión es necesario uniformar, el modo de que todos sigan sin problema las normas es que existan pocas, claras y comunes a todos los lugares donde te puedes alojar, así las aprendes y las sigues siempre.
-¿Algo que comentar respecto a las comidas?, ¿alguna dificultad ese sentido?
Obviamente con tan poca gente eché de menos las cenas comunitarias concurridas como siempre. En muchos albergues no podías cocinar, sólo podías utilizar el microondas, era la única forma en la que podías preparar algo caliente y, claro, siempre encontrabas a alguien por allí, pero éramos pocos y sin ese ambiente familiar. Es simplemente que el número de peregrinos en los albergues es pequeño.
Para comer al mediodía nunca tuve problemas, donde sí creo que hay que apuntar una dificultad es para desayunar muy temprano. En algunos lugares fue difícil encontrar un bar o un café abierto tan temprano, está claro que a muchas cafeterías no les compensa abrir tan temprano para pocos peregrinos y eso puede generar una complicación logística para los peregrinos. En los albergues privados no siempre cuentas con cocina ni máquinas expendedoras… Sería bueno garantizar en algún punto el desayuno o que podamos disponer de más máquinas de café y alimentos en albergues.
-¿Sentías desconfianza por parte de los otros peregrinos?, ¿y de los locales?, ¿qué recuerdo tienes de tu encuentro con desconocidos en el Camino en estos tiempos de Covid?
Los peregrinos no desconfían, hablan, se acercan como siempre, si caminas al mismo paso surgen charlas con quien está cerca como siempre. En los pueblos lo mismo, yo creía que habría un rechazo, que los habitantes tendrán miedo, pero no, para nada, fue más bien lo contrario: había una buena acogida. Yo creo que nos echaban de menos, a veces incluso se asomaban a una ventana o un balcón para gritarnos “buen camino”, cuando ocurría eso era emocionante.
-Si el Covid lo hace posible volverás pronto al Camino, sólo y acompañando pequeños grupos…
Sí, hemos quedado con un grupo de Brasil el próximo mes de abril, haremos el Camino francés, se trata de uno de los viajes que tuvimos que posponer. Estoy en contacto con todas esas personas a las que suelo acompañar, me piden alojamientos seguros, pero se fían, se fían de mí y no exigen nada particular. Se fían del Camino.
-¿Qué recomendarías o pedirías a las administraciones?
Yo comparo el Camino con la vida, te encuentras lo mismo, cada día tienes que enfadarte con gente en el camino de la vida y en el de Santiago ves un poco lo mismo que en el de la vida, de modo que comprendo bien que es difícil.
Quizás les pediría que intenten llegar a acuerdos, que no se extremen o descuiden las normas, que se busque simplemente una serie de cosas que tanto el ámbito público como el privado tienen que respetar y punto.
Pediría también que los albergues públicos abran, sobre todo pensando en la gente joven, al menos de cara Semana Santa sería importante.
Y asegurar un poco el tema del desayuno, al menos que los albergues privados tengan en cuenta que en este momento no es fácil encontrar donde desayunar y ofrezcan alguna posibilidad, aunque sea a través de máquinas.
-Y para el miedo que sigues encontrando en las redes sociales ¿qué recomiendas?
Yo en estos foros les digo que he hecho dos caminos en estos tiempos y no pasa nada, hay que respetar la normativa en cada momento por donde pasas, ese es el único problema pero siempre encuentras soluciones: por ejemplo donde hay restricciones están poniendo autobuses, como el que se puso en Castilla León para recoger a los peregrinos en Mansilla y dejarlos en la Virgen del Camino. Si sigues esas normas no pasa nada.
Yo tengo una edad de “alto riesgo”, de hecho, supero el alto riesgo… Y no he sentido en ningún momento que corriese ningún riesgo. El negativismo es malo, te deprimes, te vuelves aprensivo… Hay mucha gente aprensiva en las redes, sobre todo porque se dejan influenciar por las opiniones de otros así, con los conocidos en reuniones en espacios cerrados se confían pero el Camino con sus normas y aire libre les asusta.
Espero que contar mi experiencia y difundirla ayude… La verdad es que están llegando cientos de peregrinos cada día y no hay grandes incidencias, en realidad no hubo problemas, eso es todo. El Camino está muy bajo control, a veces demasiado, más que ningún tipo de vacaciones.
-Un deseo…
Que podamos disfrutar del Xacobeo de un modo más natural, que para entonces ya sea posible. Este año para mí y para mucha gente ha sido muy duro, echamos mucho de menos el Camino, ¡hay gente con un mono terrible de Camino! Pero yo me entretengo, escribiendo mis libros del Camino y preparando mis tours… ¡Es el modo que he encontrado de seguir en el Camino cada día!