¡Pocos peregrinos no recuerdan el castillo de Ponferrada! Es conocido como el “Castillo de los Templarios”, porque la Orden del Temple fue importante en la villa desde 1178, fecha en la que el rey Fernando II les permitió establecerse en la zona y, sobre todo, a partir de 1211, año en el que Alfonso IX les donó Ponferrada.
Aunque la mayor parte de su arquitectura es posterior a la presencia de los templarios en Ponferrada, seguramente fueron ellos los responsables de la construcción de la primitiva fortaleza de la que el actual castillo conserva tan sólo algunos elementos. En los siglos XII y XIII la Orden del Temple fue responsable de la construcción de fortificaciones erigidas con la finalidad de defender y proteger el Camino de Santiago, para las que utilizaron como emplazamiento restos de antiguos castros y elevaciones del terreno. Los templarios dieron lugar así a una enorme red de fortalezas de la que el primitivo castillo de Ponferrada formaría parte.
El castillo junto al que actualmente caminan los peregrinos, es fruto de sucesivas construcciones y añadidos, la mayor parte de ellos de los siglos XIV y XV, cuando la Orden del Temple ya había sido disuelta y los señores de la villa eran, sucesivamente, miembros de la poderosa familia gallega de los Castro, como Pedro Fernández de Castro, o el conde de Lemos Pedro Álvarez Osorio. Finalmente, en los agitados tiempos de los Reyes Católicos, Ponferrada y su castillo volvieron a depender de la corona.
La edificación conservada cuenta con un recinto de forma poligonal, muy irregular, aunque con dos partes muy bien diferenciadas: la parte norte del siglo XII y el resto de las estructuras de construcción posterior. Entre esas las estructuras más modernas, la mayor parte datan de los siglos XIV y XV, si bien existen también algunos añadidos del XIX y el XX, como las caballerizas.
El castillo contó con un gran foso que no se ha conservado, pero sí han llegado hasta nosotros algunas estructuras medievales de gran valor como la portada principal, su gran arco de acceso de medio punto y los dos magníficos torreones que la flanquean.
A través de la portada principal, el peregrino o visitante puede acceder a un gran patio de armas, en torno al que se alza un conjunto de torres y torreones, entre las que se destaca claramente una conocida como torre del homenaje.
Los restos de época templaria son los más antiguos, aquellos del siglo XII que concentran en la parte norte del interior del recinto: parte de un patio y del conocido como paseo de ronda, una torre elíptica bastante bien conservada y restos o basamentos de varias torres más.
En general la arquitectura es de carácter defensivo, sin demasiados elementos de estilo, si bien se conservan una bella portada con arco apuntado que se abre en una de las torres y numerosos blasones y escudos de armas de diversas épocas.
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